Veronica Jaffe

Born in Caracas in 1957. Doctor in German literature. Poet, translator, and essayist, has worked in publishing. Books published: El arte de la pérdida, 1991; El largo viaje a casa, 1994. She started the website www.laletra.info, for Venezuelan literature in translation.

English Translation

LOU ANDREAS SALOME, UNA MAÑANA EN CARACAS

Ha amanecido sobre el guayabo del jardín
y la luz cubre lentamente los cojines,
los vasos con restos de hielo y de vino,
la ceniza sobre la alfombra. Bukhara.
La bombilla se retrae en silence sobre sí misma.
Los hombres se miran, vuelven los ojos
para detenerse sobre el perfil de la mujer ante la ventana.
Ha amanecido sobre sus rostros cansados.

Subirán con ella al cuarto, le acariciarán
la cabeza pequeña, la nariz algo curva,
los brazos menudos, la espalda cansada. Marfil.
Le besarán el lóbulo de la oreja, los senos,
el vello recortado sobre la piel.

Ella se vuelve,
sonrié serena.
Se levanta y se acerca.
Se sienta entre los dos y les toma las manos,
uno a uno besa los dedos alargados.
Deja las manos sobre su sexo y se abraza a ellas.
Baja la cabeza y la esconde entre sus rodillas.

Piensa que es el momento, ha amanecido y la luz
cubrirá las sábanas
que pronto acogerán los cuerpos.
AUTOPISTA NO.95, DIRECCION SUR, NEW JERSEY

La poeta holandesa extenuada
del paseo por la quinta avenida
se acomoda en el asiento
del pequeño automóvil y concluye
de esta forma la historia
de sus relaciones amorosas:

"Arrullar a una extraña en brazos,
susurrar canciones al oído,
murmurar halagos y promesas
siempre tiene...un resultado inevitable.
Cuando la mujer despierta
y parte en dirección a otros brazos,
los murmullos, los susurros
se atragantan en la boca,
y la lengua, antes puente y senda,
y sabor de cuerpo, sólo logra proferir
los consabidos sapos y culebras.

Sapos y culebras son entonces
parte sustancial de los amores, los extraños.
Podría hablarse, pues, in strictu senso,
de una zoología del cuerpo y las palabras".

 

 

SEBUCAN, CARACAS O EL UNICORNIO DE LA NOCHE

Despidiendo a una vieja amiga
a las once y media de la noche
descubrí a un vampiro,
un vampirito recostado

sobre el asfalto de la calle,
la cabeza escondida,
las alas plegadas junto al cuerpo.
Al voltearlo con en pie

me asustó la herida
y pensé en sangre humana y vicios
de erotismos excesivos.
Luego vi los bordes

de su piel cascada,
pulpa roja de su carne
y sentí la conveniencia
de una rápida plegaria por su alma

suspendida en ese momento
boca abajo,
por sus párpados cerrados
en espera del descanso eterno.

Recé una oración pequeña
por el unicornio de la noche
y cerré la puerta
de mi casa


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